13 Pero aquel malvado rogaba al Soberano de quien ya no alcanzaría
misericordia, prometiendo
14 que declararía libre la ciudad santa, a la que se había dirigido antes
a toda prisa para arrasarla y transformarla en fosa común,
15 que equipararía con los atenienses a todos aquellos judíos que
había considerado dignos, no de una sepultura, sino de ser arrojados con sus
niños como pasto a las fieras;
16 que adornaría con los más bellos presentes el Templo Santo que
antes había saqueado; que devolvería multiplicados todos los
objetos
sagrados; que suministraría a sus propias expensas los fondos que se
gastaban en los sacrificios;
17 y, además, que se haría judío y recorrería todos los lugares
habitados para proclamar el poder de Dios.
18 Como sus dolores de ninguna forma se calmaban, pues había caído
sobre él el justo juicio de Dios, desesperado de su estado, escribió
a los
judíos la carta copiada a continuación, en forma de súplica, con el siguiente
contenido:
19 «A los honrados judíos, ciudadanos suyos, con los mejores deseos
de dicha, salud y prosperidad, saluda el rey y estratega Antíoco.
20 Si os encontráis bien vosotros y vuestros hijos, y vuestros asuntos
van conforme a vuestros deseos, damos por ello rendidas gracias.
21 En cuanto a mí, me encuentro postrado sin fuerza en mi lecho, con
un amistoso recuerdo de vosotros. A mi vuelta de las regiones de
Persia,
contraje una molesta enfermedad y he considerado necesario preocuparme
de vuestra seguridad común.
22 No desespero de mi situación, antes bien tengo grandes esperanzas
de salir de esta enfermedad;
23 pero considerando que también mi padre, con ocasión de salir a
campaña hacia las regiones altas, designó su futuro sucesor,
24 para que, si ocurría algo sorprendente o si llegaba alguna noticia
desagradable, los habitantes de las provincias no se perturbaran, por saber
ya a quién quedaba confiado el gobierno;
25 dándome cuenta además de que los soberanos de alrededor,
vecinos al reino, acechan las oportunidades y aguardan lo que pueda
suceder, he nombrado rey a mi hijo Antíoco, a quien muchas veces, al
recorrer las satrapías altas, os he confiado y recomendado a gran parte de
vosotros. A él le he escrito lo que sigue.
26 Por tanto os exhorto y ruego que acordándoos de los beneficios
recibidos en común y en particular, guardéis cada uno también con mi hijo
la benevolencia que tenéis hacia mí.
27 Pues estoy seguro de que él, realizando con moderación y
humanidad mis proyectos, se entenderá bien con vosotros.»
28 Así pues, aquel asesino y blasfemo, sufriendo los peores
padecimientos, como los había hecho padecer a otros, terminó la vida
en
tierra extranjera, entre montañas, en el más lamentable infortunio.
29 Filipo, su compañero, trasladaba su cuerpo; mas, por temor al hijo
de Antíoco, se retiró a Egipto, junto a Tolomeo Filométor.